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Piñán, sitio emblemático que todo biólogo y apasionado a la naturaleza anhela conocer

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No hay duda que Imbabura merece ser llamada “La Provincia de los Lagos”. Cuicocha, Yahuarcocha y San Pablo siempre, desde que era niño, me han asombrado por su belleza que se mezcla con encanto, misterio y añoranza, una nostalgia inentendible al principio de mi vida, pero que tenía su lógica tomando en cuenta que mis ancestros nacieron y crecieron en un rincón de este territorio. Eso, en definitiva, lo entendí cuando estaba más “grandecito”, cuando le encontré lógica a los  viajes familiares y de escuela a este destino altamente turístico.

Mis primos que aún viven en Quiroga, parroquia perteneciente al cantón Cotacachi, me hablaban siempre de Piñán; sus lagunas, su páramo y los toros bravos y libres que habitan el lugar. Esas historias hicieron que siempre me imagine un viaje a aquel sitio, pasaron los años y no llegaba el momento. Sin embargo, el 18 de septiembre la oportunidad se presentó cuando el Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Biodiversidad (INABIO) dispuso que sea parte del equipo de biólogos y técnicos de la institución para realizar una nueva salida de campo, parte del proyecto de Conservación de la Cuenca Binacional Mira-Mataje.

Entonces, las maletas se hicieron y el 25 de septiembre partimos un grupo de siete biólogos y yo, un comunicador social que buscaba retratar los mejores paisajes, el trabajo de mis compañeros, la vida de los habitantes de este poblado y sobre todo, las posibles nuevas especies de flora y fauna que aspiraba aparezcan los próximos 11 días. El viaje se realizó sin inconvenientes.  Como siempre, muy divertido y ameno, escuchando un sinnúmero de historias de esos personajes que disfrutan de la vida en estado puro, alejados del ruido y la contaminación. Ellos, que tienen cientos de kilómetros recorridos por las carreteas y paisajes de Ecuador,  eran nuevamente mis guías turísticos y gastronómicos.

Nuestra primera parada fue Ibarra, donde compraríamos insumos para el viaje, y de donde partiríamos pasado el mediodía. Para subir a Piñan debes saber que es necesario un vehículo 4×4 porque su camino es lastrado y pedregoso, muy difícil en verano y casi imposible en invierno. Lo duro de la ruta sin duda se suaviza cuando te rodeas de hermosos paisajes andinos, en los que sobresale el volcán Cotacachi, al que únicamente le había visto su parte frontal desde Otavalo, desde Ibarra o de cualquier sitio con dirección sur. Esta vez, estaba a sus espaldas, a casi 4000 metros sobre el nivel del mar, y en un lugar asombroso, como Mario Yánez, investigador del INABIO, lo señala: “es uno de los sitios emblemáticos que todo biólogo y apasionado a la naturaleza en Ecuador, anhela conocer”.

Fotografía: Ricardo Flores

Piñán está localizado en una extensión de 10 hectáreas en la Reserva Cotacachi-Cayapas, que forma parte de las provincias de Imbabura y Esmeraldas. Una vez allí, lo primero que me llamó la atención fueron las pequeñas chozas construidas por paredes de tapial y paja de páramo, algo que había visto en mi niñez y sin duda lo asociaba con pobreza, exclusión y abandono. A pesar de aquello, el lugar es maravilloso e increíble, tan increíble que el río que rodea la comunidad estaba lleno de vida, lleno de peces. Me sorprende, claro que sí, porque estamos acostumbrados a ver nuestros ríos, cercanos a la ciudad; muertos, sucios y sin esperanzas de que pueda cambiar su realidad.

En la comunidad habitan alrededor de 250 personas, me señala Abraham Yaselga, uno de los guías que acompañará a un grupo del INABIO al bosque Cayapas-Chupa, ubicado a unas cinco horas de camino subiendo el páramo de Piñán. El otro grupo, del cual fui parte, nos quedaríamos en el albergue construido por habitantes del lugar y que tiene las comodidades básicas y una espectacular vista panorámica del pueblo, en el que, más allá de las actividades ganaderas, sus habitantes organizan labores relacionadas con el turismo comunitario.

Llegaría el martes 26 de septiembre y todos nos alistamos para el viaje, un grupo a Cayapas-Chupa y el otro a explorar la laguna Tobar Donoso (la más grande del sitio). No puedo negar que me ganaban la ansiedad y la emoción, esas que siento cada vez que conoceré un lugar desconocido. Nos deseamos buen viaje y partimos, los unos con sus guías y caballos cargados de equipos y alimentación a explorar una selva que la calificaban de espectacular, los otros a un lago y sus remanentes de  bosque donde seguro había algo nuevo que encontrar. Llegar al lago, después de una hora de caminata, y ver su belleza, hace que valga la pena cualquier esfuerzo. Hace mucho tiempo que mis ojos no habían visto algo así. Te hace pensar: Ojalá todos los ecuatorianos pudieran observar  al menos una vez esta maravilla.

Un lugar que nace de una leyenda que nos habla de que hace mucho tiempo atrás llegó un cacique Cayapa acompañado de su bellísima hija a comerciar con los Caranquis: ya al regreso cerca del lago, la princesa se quedó admirando la belleza del lugar, tan hermoso era, que el lago se cautivó de ella y la embrujó de tal manera que la retuvo para siempre. Así como la laguna tiene su historia, la ruta para llegar al pueblo, también la tiene. Según escritos del historiador Iván Suárez este camino lo habría usado el general Eloy Alfaro, quien en una de sus primeras jornadas de lucha contra la dictadura de Veintimilla y un intento, fallido por cierto, de tomar la guarnición de Esmeraldas y luego de verse cortado el paso para huir vía la costa hacia Colombia, decide retirarse por la sierra. “En 5 días cruzamos la montaña más inclemente y áspera que sea posible imaginarse. El día 15 salimos  a la provincia de Imbabura por los páramos de Piñán”, señalaría el escrito del llamado “Viejo Luchador”.

Un día después de conocer la laguna Tobar Donoso y acompañar en el muestreo a Efraín Freire (Botánico), Christian Paucar (Herpetélogo), Jhandry Guaya (Mastozoólogo) y Andrés Marcayata (Ornitólogo), llegaría mi momento de partir junto a Francisco Tobar, investigador de Aves y Conservación; su asistente y un guía, hasta Cayapas-Chupa. Fueron cinco horas de ascenso por los páramos de Piñán hasta llegar a un bosque primario y como lo describe Mario Yánez, cubierto por epífitas, lleno de musgos, orquídeas y árboles de encino que alcanzan hasta los 15 metros de altura. “El piso del bosque se cubre de una alta densidad de bromelias en las cimas montañosas y líneas de cumbre”, afirma.

Foto: Los páramos de Piñan  (Ricardo Flores)

Foto: Mario Yánez Muñoz

El campamento, que ya era el hogar de Jorge Brito (Mastozoólogo), Mario Yánez (Herpetólogo), Jorge Páez (Botánico) y 4 guías de la comunidad, estaba ubicado en medio del bosque y cerca de un riachuelo, este último fundamental para la sobrevivencia. El agua es vida, y de esa manera hay que entenderlo cuando decides ir a acampar por varios días. La cocina estaba en el centro rodeada de las carpas donde se dormía. Ese era el lugar de encuentro a la hora del desayuno, almuerzo y merienda, esas tres comidas realizadas con esfuerzo fueron preparadas a leña, lo que le da un sabor especial, un sabor de agradecimiento. Me quedaría con ellos durante tres días, en los que acompañé en el muestreo de plantas, pequeños mamíferos y anfibios. “En este mundo encontré un dominancia de ranas terrestres miniaturizadas del género Pristimantis. Varias de ellas son candidatas a nuevas especies, tal como muestran nuestros análisis morfológicos y acústicos previos”, afirma Yánez.

Cumplido el tercer día de acompañamiento a este grupo de compañeros, emprendería mi regreso a la comunidad de Piñán, satisfecho por mi trabajo, pero sobre todo feliz porque la labor de los técnicos del INABIO daba como resultado un listado robusto y consolidado de especies de flora y fauna para la zona alta de la Reserva Cotacachi-Cayapas. Varios grupos evaluados, incluyendo cerca de una veintena de orquídeas, roedores y ranas, eran ya candidatas a nuevas especies para la ciencia.  “Una salida inolvidable, caracterizada por una alta demanda de energía para adaptarse a las difíciles condiciones climáticas y geográficas típicas de las estribaciones montañosas de los Andes, pero sin duda, privilegiado de investigar la flora y fauna de la pocas selvas primarias de montaña en los Andes Occidentales de Ecuador”, reitera Mario.

Mi regreso fue agotador debido a la complejidad de seguir el paso a mi guía, Abraham Yaselga, quien me explicaba mucho de la vida diaria de la comunidad de Piñán. Me dice que son felices a pesar de la falta de comodidades. Para ellos la luz eléctrica que llegó a sus casas es una bendición, así como la escuela para sus hijos. Sin embargo, la usencia de un dispensario médico siempre les preocupa. “No hay como enfermarse. Si alguien está grave es muy complicado llevarle a ciudad y dependemos únicamente de dos camionetas que son propiedad de dos habitantes del pueblo”, afirma Yaselga, quien dentro de sus labores tiene la crianza de ganado, actividad que la desarrollan todos los comuneros.

Los siguientes días de mi estadía en este poblado los dedicaría a acompañar a Efraín Freire, Christian Paucar, Jhandry Guaya y Andrés Marcayata en sus muestreos, tanto en el día como en la noche. Fue satisfactorio conocer la laguna de Yanacocha, la segunda más grande del sector, y sobre todo encontrarnos con el vuelo del Cóndor, el ave símbolo nacional de Colombia, Chile y Ecuador, y que según la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), su estado actual es Casi amenazado o Vulnerable.

El objetivo trazado al inicio del viaje estaba alcanzado y superado, conocer Piñán. El muestreo de especies por parte de los técnicos del INABIO  siempre estuvo acompañado por la belleza de las selvas montanas, hábitat de flora y fauna únicas de los Andes ecuatorianos. “Por un lado, nos encontramos un mundo prístino de continua selva montana, que se extiende a lo largo del sistema montañoso de la Cordillera de Cayas. Por otro, baja remanencia de bosque, homogeneización del paisaje y falta de planificación territorial en la plataforma de páramo en Piñán”, nos indica Mario Yánez, a su regreso al poblado, el 4 de octubre.

El 5 de octubre emprenderíamos el regreso de aquel maravillo sitio, del que cada uno de nosotros nos llevamos algo y dejamos algo. Quizás a los ocho funcionarios del INABIO también nos embrujó la laguna de Tobar Donoso porque es inevitable no enamorarse de este sitio y de Piñán,  sector en el que conté no menos de 15 lagunas, cada una con su belleza, misterio y particularidad. Los espejos de las camionetas, que iban cargadas de buenos recuerdos, experiencias y nuevas especies, apenas reflejaban a Piñán en nuestra partida. Ese sitio ubicado en los 3200 metros sobre el nivel del mar quedaba atrás, y la nostalgia nos invadía porque quizás es la última vez en la vida que se disfrutó de un entorno natural en estado puro, con una vegetación propia de los páramos, y verdes y maravillosas planicies. ¡Espero volver algún día a este sitio y que sea la misma fecha. Prometo llevar un balde y regresarlo lleno mortiños, frutos existentes en una cantidad asombrosa!

El INABIO es una institución que busca generar conocimiento y desarrollar ciencia, tecnología e innovación que requiere el Estado ecuatoriano para garantizar la conservación de su patrimonio natural mediante el uso soberano, estratégico y sustentable de la biodiversidad y sus componentes. De manera sinérgica, el fortalecimiento de programas y proyectos de investigación, junto a instituciones académicas nacionales e internacionales, permiten alcanzar objetivos estratégicos detallados en la Agenda Nacional de Biodiversidad de Ecuador.

Este expedición se enmarca en el proyecto de Conservación de la Cuenca Binacional Mira-Mataje, financiado a través de MacArthur Foundation y ejecutado por el Consorcio Binacional para la Conservación de la Cuenca Mira-Mataje, del cual INABIO forma parte.

Reportaje: Ricardo Flores

Diseño: Francisco Mosquera J

Foto: Dron sobre Piñan (Mario Yánez).

Foto: Ricardo Flores